La paga del pecado es la muerte. Pero Dios el único que es inmortal, otorgará vida eterna a sus redimidos. Hasta ese día la muerte constituye un estado de inconsciencia para todos los que hayan fallecido. Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, los justos resucitados y los justos vivos serán glorificados y todos juntos serán arrebatados para salir al encuentro de su Señor. La segunda resurrección, la resurrección de los impíos, ocurrirá mil años después (Romanos 6:23; 1 Timoteo 6:15-16; Eclesiastés 9:55-6; Salmo 146: 3-4; Juan 11:11-14; Colosenses 3:4; 1 Col. 3:4; 1 Corintios 15:51-54; 1 Tesalonicenses 4:13-17; Juan 5:28-29; Apocalipsis 20:1-10).
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